Probablemente alguna vez has escuchado hablar acerca de la famosa Atlántida, esa antigua ciudad que se perdió al sumergirse en el océano y que hasta el día de hoy no se ha encontrado.En el fondo de los océanos se guardan grandes tesoros. La llamada Ciudad de los Mil Palacios, fundada por Alejandro Magno, y otras legendarias ciudades de la región canópica de Egipto se hundieron en el agua y el fango. Incluyendo el Palacio de Cleopatra, situado en el mítico Portus Magnus de Alejandría, el mayor instrumento de poder que había en el mundo en aquél momento. Pero al contarrio de la mítica Atlantida, esta si se encontro. En el año 332 a. C., Egipto estaba bajo el dominio persa. Ese mismo año, Alejandro Magno entró triunfante en Egipto como vencedor del rey persa Darío III y los egipcios lo aceptaron y lo aclamaron como a un libertador. En los amplios muelles del gran puerto atracaban barcos que habían surcado el Mediterráneo y el Atlántico. Traían mercancías que se apilaban en los muelles: lingotes de bronce de España, barras de estaño de Bretaña, algodón de las Indias, sedas de China. El famoso faro construido en la isla de Faros por Sóstrato de Cnido, en 280 a. C., dispuso en su cúspide un fuego permanentemente alimentado que guiaba a los navegantes, hasta 1340, cuando fue destruida la edificación. El escritor griego Plutarco (c. 46-125) que escribió la biografía de Alejandro Magno, cuenta cómo éste se inspiró para tomar la determinación de fundar la ciudad en este sitio. Según parece, tuvo un sueño en el que se le apareció un anciano de cabellos muy blancos y que le recitaba insistentemente cierto pasaje de la Odisea: "Hay a continuación una isla en el mar turbulento, delante de Egipto, que llaman Faros". Cuando se levantó quiso ir a la isla y se dio cuenta de su situación privilegiada y más aún si, por medio de un dique, se la unía a la costa. Entonces mandó traer harina para marcar él mismo el enclave de la futura Alejandría (pues no se disponía del yeso con que solía hacerse) y él mismo dibujó el círculo en forma de manto macedonio. No bien hubo terminado cuando empezaron a llegar desde el río y desde el mar pájaros grandes y diversos que se dedicaron a comer toda la harina esparcida. Cuando vio lo que estaba ocurriendo, Alejandro se turbó muy preocupado pensando que se trataba de un mal augurio. Pero Aristandro, el vidente que lo acompañaba supo interpretar el buen augurio y que el proceder de los pájaros pronosticaba que la ciudad sería tan rica y próspera que podría nutrir a todos los hombres de todas las razas. El arquitecto Dinócrates de Rodas diseño la ciudad según un plan hipodámico, con calles en ángulo recto y una gran avenida de 5 km de longitud y 30 m de anchura -la Vía Canópica- que la recorría de este a oeste. Un dique llamado Heptaestadio conectaba el continente con la isla de Faros y dividía el Puerto Magno u oriental del occidental.
Sobre la isla o en un islote anexo, Sostratos de Gnido levantó el famoso Faro totalmente revestido de mármol. Medía 134 m de altura distribuidos en una planta cuadrangular, otra octo gonal y una tercera cilíndri ca coronada por una hogue ra alimentada con leña subida por caballos por una rampa espiral. Ardía permanentemente y gracias a una enorme lente era "visible desde una distancia de un día de mar", según el geógrafo ceutí Al-Idrisi. Toda esa grandeza se fue al fondo del mar. Asta hace poco se creyó que un gran terremoto fue el causante de tal hundimiento. Pero estudios recientes nos dicen que fue porque el suelo no soportó el enorme peso de los suntuosos templos y edificios. Cuando la construyeron no tuvieron la prudencia de comprobar el terreno sobre el que se asentaban los cimientos de aquella mastodóntica ciudad. Científicamente, se ha comprobado que el barro del Nilo se compone de cristales que contienen agua. Cuando sobre estos cristales se ejerce una presión excesiva, éstos estallan y sueltan el agua que lleva dentro, lo que hace que la tierra pierda un 50% de su consistencia. Esa presión, durante años, fue socavando todo el terreno, hasta que finalmente hundió a Alejandría en el lodo del Nilo, junto a la bahía de Abukir.
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